Al hacer referencia al término cultura, el mismo parte del latín cultus para referirse en un principio a la agricultura o al cuidado de las tierras, sin embargo, adquiere una connotación diferente a mediados del siglo XVI al ser empleado para definir el cultivo de cualquier facultad. Pese a esto, la cultura no recibirá sus primeras definiciones dentro de las disciplinas sociales sino a partir del siglo XIX. Refiriéndose a esto, (1)Alvira, R. (1988) afirma:
La cultura, es un término que apunta a la acción de cultivar; significa la acción mediante la cual el hombre se ocupa de si mismo, no quedando en puro estado natural. De ahí la contraposición naturaleza-cultura… El hombre culto es aquel que se ha cultivado (p. 141)
(2)Tompson (2002; p.186) añade que en los albores del siglo XIX, los términos, cultura y civilización eran empleados casi de modo indistinto, sobre todo en francés e inglés. De manera que, durante este período los antropólogos y etnólogos británicos y estadounidenses Bachoffen, Mclennan, Maine y Morgan (1875) debatieron el concepto de cultura, y concluyeron que la misma es el resultado del devenir histórico de la sociedad.
De acuerdo con (3)Yepes, R. (2001; p. 243), quien parte de las concepciones de Choza y Delclaux sobre este término, menciona que la primera dimensión de la cultura es la interiorización y el enriquecimiento de cada sujeto mediante el aprendizaje, el cual atiende al amueblado y decorado de la mente y psique de cada sujeto. Este incorpora además, que “la cultura significa por tanto tener conocimientos, riqueza interior, mundo íntimo”.
Sobre esta noción del término, inspirada en toda una percepción filosófica y humanista, Yepes, R. (2001), apunta: El origen de toda cultura es el núcleo creativo y afectivo de la persona, una sabiduría que crece hacia dentro porque se cultiva para después salir fuera.
Frente a la primacía de la exterioridad, el espíritu humano se caracteriza por saber habitar dentro de sí y crear un mundo interior, que no es soñado sino vivido. Sólo en este habitar se encuentra la felicidad y la plenitud. Es un lugar del encuentro con la propia intimidad, retirada a un santuario interior, realidad creadora de la que brotan ideas, proyectos que acabaran saliendo al exterior. La persona humana ama el silencio porque le permite soñar, imaginar, escuchar su voz íntima, conocerse. (p. 243)
(2)Tompson (2002; p.186) añade que en los albores del siglo XIX, los términos, cultura y civilización eran empleados casi de modo indistinto, sobre todo en francés e inglés. De manera que, durante este período los antropólogos y etnólogos británicos y estadounidenses Bachoffen, Mclennan, Maine y Morgan (1875) debatieron el concepto de cultura, y concluyeron que la misma es el resultado del devenir histórico de la sociedad.
De acuerdo con (3)Yepes, R. (2001; p. 243), quien parte de las concepciones de Choza y Delclaux sobre este término, menciona que la primera dimensión de la cultura es la interiorización y el enriquecimiento de cada sujeto mediante el aprendizaje, el cual atiende al amueblado y decorado de la mente y psique de cada sujeto. Este incorpora además, que “la cultura significa por tanto tener conocimientos, riqueza interior, mundo íntimo”.
Sobre esta noción del término, inspirada en toda una percepción filosófica y humanista, Yepes, R. (2001), apunta: El origen de toda cultura es el núcleo creativo y afectivo de la persona, una sabiduría que crece hacia dentro porque se cultiva para después salir fuera.
Frente a la primacía de la exterioridad, el espíritu humano se caracteriza por saber habitar dentro de sí y crear un mundo interior, que no es soñado sino vivido. Sólo en este habitar se encuentra la felicidad y la plenitud. Es un lugar del encuentro con la propia intimidad, retirada a un santuario interior, realidad creadora de la que brotan ideas, proyectos que acabaran saliendo al exterior. La persona humana ama el silencio porque le permite soñar, imaginar, escuchar su voz íntima, conocerse. (p. 243)
Sobre esta noción, el mismo Yepes manifiesta (2001; p. 244), que tener el espíritu cultivado es saber leer las obras humanas. Estas son entendidas como las acciones y eventos añadidos a las realidades naturales, integrando así todo un sin fin de elementos que con el pasar de los años componen la impronta cultural de cada sociedad, lo cual trae consigo el fenómeno de “conciencia ambiental” sostenido por (4)Mcluhan (1998; p. 406). Este implica la creación de intervalos entre los eventos de la existencia humana accidentalmente viejos y los nuevamente programados, produciendo así el enriquecimiento a través de la diversidad.
De acuerdo al concepto de “conciencia ambiental”, Mcluhan (1998), hace alusión a los arquetipos, los cuales representan todo un conocimiento o conciencia recobrada implicando así el acceso del hombre a través de su avance entre los tiempos. Tal autor incorpora además la percepción de Jung, quien corrobora lo dicho, al declarar:
El arquetipo es un elemento de nuestra estructura psíquica, un componente vital y necesario de nuestra economía psíquica. Representando o personificando ciertos datos instintivos de la oscura psique primitiva; las raíces, reales, invisibles, de lo conciente. (p. 390)
Los arquetipos por tanto son elementos distintivos de la adaptación que efectúa el hombre respecto a su ambiente estableciendo la recurrencia a los patrones de comportamiento heredados, estos según Jung quien de nuevo es citado por
Mcluhan (1998; p. 391), responden a una “memoria racial colectiva”, implicando así la formación de una “conciencia ambiental”.
El arquetipo es un elemento de nuestra estructura psíquica, un componente vital y necesario de nuestra economía psíquica. Representando o personificando ciertos datos instintivos de la oscura psique primitiva; las raíces, reales, invisibles, de lo conciente. (p. 390)
Los arquetipos por tanto son elementos distintivos de la adaptación que efectúa el hombre respecto a su ambiente estableciendo la recurrencia a los patrones de comportamiento heredados, estos según Jung quien de nuevo es citado por
Mcluhan (1998; p. 391), responden a una “memoria racial colectiva”, implicando así la formación de una “conciencia ambiental”.
Dado que la cultura surge del proceso de adaptación que efectúa el hombre, respecto a su ambiente, es de apreciarse la creación de un mundo de símbolos, esto según (5)Ragué, M. (1973; p.37), quien en su libro Los movimientos Pop, añade que dicho mundo es también capaz de proporcionar a los individuos que lo habitan, un significado personal y distintivo, aunándose el arte a todo este proceso, estableciendo así la formación de una “cultura popular”.
Por el contrario, la cultura de masas constituye un fenómeno de la sociedad de consumo la cual consigue fabricar a gran escala y de acuerdo a procedimientos industrializados, ideas, sueños y estilos logrando así popularizarlos. Umberto Eco, quien es citado por Ragué (1973), expresa:
La cultura de masas representa y propone casi siempre situaciones humanas que no tienen ninguna conexión con las de los consumidores, pero que continúan siendo para ellos situaciones modelos. (p. 35)
Debido a esto, la “cultura de masas” procura integrar nuevos y viejos elementos a la “cultura popular” tras explotar sus bondades y características para convertirlos así en elementos de consumo masivo. Un ejemplo de ello es el surgimiento del movimiento Pop durante la década de los 60.
El movimiento Pop, debe su nombre al apócope de la palabra popular, de acuerdo con Ragué (1973; p.35), quien afirma además que pese al asentamiento de tal concepto durante los 60, este fenómeno ha existido desde los orígenes del mundo dado a que el mismo promueve todo aquello que mantiene un carácter social para darle así una connotación popular.
Sin embargo, el Pop se originó como tal el día en que a Oldenburg se le ocurrió presentar como obra de arte, una hamburguesa gigante, a la que Johns incorporó banderas estadounidenses, tal introducción de elementos populares dentro del mundo elitista del arte fue denominada por Fiedler y Banham en 1955, como Pop art o arte popular; esto según Ragué (1973; p. 43). De modo que el Pop es el arte de las masas, atendiendo así a las necesidades creadas por la “cultura de masas” y el consumismo. De modo que la autora previamente presentada manifiesta:
Algo que debe ser tenido en cuenta en la consideración del nacimiento de los movimientos Pop en nuestra época, es que vivimos en una sociedad de masas que produce una cultura del mismo signo. Antes la música, la pintura, el teatro, eran sólo accesibles a ciertas minorías; ahora están al alcance de todo el mundo en forma de discos, ediciones y reproducciones baratas. (p. 35)
Los movimientos Pop, tal y como lo apunta Ragué (1973, p. 44) constituyen por tanto una corriente occidentalizada definida por Indiana como, “el sueño americano optimista generoso e ingenuo”. Lo Pop advierte a la popularización de los productos de las sociedades incorporando elementos de cualquier manifestación, predominando así lo efímero.
Sin embargo, el movimiento Pop también ha promovido la masificación de productos de contenido cultural, estos a pesar de su carácter comercial son distinguidos, al incorporar en sí valores y arquetipos los cuales refieren el carácter profundo de los mismos. Un ejemplo de esto es la masificación del manga y animé japonés.
La cultura de masas representa y propone casi siempre situaciones humanas que no tienen ninguna conexión con las de los consumidores, pero que continúan siendo para ellos situaciones modelos. (p. 35)
Debido a esto, la “cultura de masas” procura integrar nuevos y viejos elementos a la “cultura popular” tras explotar sus bondades y características para convertirlos así en elementos de consumo masivo. Un ejemplo de ello es el surgimiento del movimiento Pop durante la década de los 60.
El movimiento Pop, debe su nombre al apócope de la palabra popular, de acuerdo con Ragué (1973; p.35), quien afirma además que pese al asentamiento de tal concepto durante los 60, este fenómeno ha existido desde los orígenes del mundo dado a que el mismo promueve todo aquello que mantiene un carácter social para darle así una connotación popular.
Sin embargo, el Pop se originó como tal el día en que a Oldenburg se le ocurrió presentar como obra de arte, una hamburguesa gigante, a la que Johns incorporó banderas estadounidenses, tal introducción de elementos populares dentro del mundo elitista del arte fue denominada por Fiedler y Banham en 1955, como Pop art o arte popular; esto según Ragué (1973; p. 43). De modo que el Pop es el arte de las masas, atendiendo así a las necesidades creadas por la “cultura de masas” y el consumismo. De modo que la autora previamente presentada manifiesta:
Algo que debe ser tenido en cuenta en la consideración del nacimiento de los movimientos Pop en nuestra época, es que vivimos en una sociedad de masas que produce una cultura del mismo signo. Antes la música, la pintura, el teatro, eran sólo accesibles a ciertas minorías; ahora están al alcance de todo el mundo en forma de discos, ediciones y reproducciones baratas. (p. 35)
Los movimientos Pop, tal y como lo apunta Ragué (1973, p. 44) constituyen por tanto una corriente occidentalizada definida por Indiana como, “el sueño americano optimista generoso e ingenuo”. Lo Pop advierte a la popularización de los productos de las sociedades incorporando elementos de cualquier manifestación, predominando así lo efímero.
Sin embargo, el movimiento Pop también ha promovido la masificación de productos de contenido cultural, estos a pesar de su carácter comercial son distinguidos, al incorporar en sí valores y arquetipos los cuales refieren el carácter profundo de los mismos. Un ejemplo de esto es la masificación del manga y animé japonés.
2)Thompson, John B. (2002). [1990]: “Ideología y Cultura Moderna” Teoría crítica social en la era de la comunicación de masas. México: División de Ciencias de la Universidad Autónoma Metropolitana.
3)Yepes, R. y Aranguren, E. (2001). Fundamentos de antropología, un ideal de la excelencia humana (5ta edic.). España: Eunsa.
4)Mcluhan, E. y Zingrone, F. (1998). Escritos Esenciales. España: Paidos.
5)Ragué, M. (1973), Los movimientos Pop.
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